Una vez celebrada la Última Cena, llegada la noche, Jesús se retiró, junto con Pedro, Santiago y Juan a orar en el Huerto de Getsemaní. Fue ahí donde Jesús aceptó cargar con los pecados de toda la humanidad antes de su Pasión. La agonía que padeció en estos momentos fue inmensa, sufría a tal grado que sudó gotas de sangre. Aún así, aceptó seguir adelante: “No se haga mi voluntad, sino la Tuya”. Con su ejemplo Jesús nos enseña cómo debemos orar, no sólo recitando frases bonitas o buscando satisfacer el propio egoísmo, sino haciendo oración aunque haya situaciones que no entendamos y confiando plenamente en lo que Dios nos pide.